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La Revolución Fluorescente

Yo Sueño

LOLITA Y LA JUSTICIA

¿Conoces la historia de Lolita? No, no me refiero a la película de Kubrick –que también- sino a la novela de Nabokov. Partiré de la base que, en mi opinión, esa novela es la historia de un abuso sexual infantil escrito desde el punto de vista de un pedófilo. (Punto de vista que ninguna versión cinematográfica ha tenido en cuenta) De hecho la acción del libro se inicia así, con el descubrimiento de un manuscrito escrito por un hombre, Humbert, que confiesa abiertamente estar obsesionado con una niña de doce años hasta el punto de casarse con su enlutada madre sólo para tener acceso a la niña. Una niña cuyas defensas ya habían sido diezmadas antes por un muchacho del campamento de verano que también abusó de ella. Así lo refleja la novela.


Supón un hipotético escenario posterior a la acción de la novela. Un escenario actual o fechado pocas décadas atrás. (Piensa que la historia de Lolita podría darse prácticamente en cualquier momento del Siglo XX y principios del XXI) Un escenario real donde Lolita ha crecido, ya no es Lolita, el personaje de ficción, sino Dolores, una mujer madura que sólo ahora empieza a hacer un repaso de toda su vida. Una mujer que fue víctima de abuso sexual infantil por parte de personas a quien conocía y en quien confió. Y pon a nuestra protagonista en España. Una superviviente ASI nacida y residente en España.

Puedo saber que, si su historia hubiera sido real, esa niña no se habría atrevido a decir que su primera experiencia sexual fue con un chico en el campamento. Un chico posiblemente mayor que ella que pensó que sería divertido “enseñar” a una niña de diez u once años, que todavía jugaba con sus muñecas, a masturbarle. No se atrevió a explicarlo porque no conocía las palabras adecuadas, porque su madre estaba sumida en su propio dolor por la pérdida de su marido, porque Lolita en su fuero interno sintió que eso no estuvo bien pero no supo cómo evitarlo, porque con esa edad no supo cómo explicar que no entendía lo que le hacían, que fue engañada y manipulada, que le enseñaron cosas que no correspondían a su edad y madurez emocional.

Desde esa primera vez en la que por edad no es capaz de asumir lo que ocurre, se sentirá un simple mueble. Pero no se lo dirá a nadie porque cree que ha sido su culpa por dejar que aquel muchacho del campamento, o posteriormente su padrastro, le hicieran esas cosas. Sin duda algo hizo para provocar en ellos esas conductas. Sentirá durante toda su vida, que está rota, que le faltan piezas, que hay algo que no está bien en ella. Se verá diferente al resto de la gente. Temerá mostrarse tal y como es porque pensará que no la entenderían, que la marginarían más de lo que ya se siente ella marginada. Le vendrán pensamientos extraños que no le contará a nadie, no vaya a ser que la consideren loca. Y llegará un momento en el que, simplemente, no expresará su opinión para no sentirse cuestionada o tachada de ignorante. Se sentirá poca cosa, una persona sin valor, que nunca alcanzará nada, que nunca será nada, que nunca la tendrán en cuenta. Se sentirá la responsable de todo lo malo que ocurra alrededor de ella, que es el lastre que no permite a sus seres queridos avanzar y salir adelante.

Nunca mirará por su propio beneficio. ¿Te parece una virtud? Explícaselo a ella cuando las hienas de nuestra sociedad se aprovechen de eso haciendo de ella su burro de carga, su cabeza de turco, su saco de boxeo o su paño de lágrimas. Pero eso sí, que a ella no se le ocurra buscar lo mismo en ellos. Ella no tendrá derechos, y además no los pedirá, ni mucho menos exigirá, porque no se creerá merecedora de ellos. Y por encima de todo, deseará morirse.

Pero nadie se dará cuenta de todo eso. Porque todo el mundo verá en ella a una persona simple, tal vez demasiado reservada en algunas áreas de su vida, o tal vez demasiado sonriente, o demasiado sola, o demasiado promiscua porque cree que es la única manera de recibir afecto. La máscara que esa niña llevará durante años será casi perfecta para todo aquel que no intente ver más allá de lo que se le muestre. Pero sentirá pánico cada vez que se encuentre en la intimidad de su soledad. Pánico a mirarse en el espejo y reconocerse. Y su pánico aumentará si esa intimidad está compartida por alguien a quien cree que le debe su propio sexo, lo desee ella o no.

Ten la seguridad, la absoluta seguridad, que no le hablará a nadie de sus abusos hasta, tal vez, muchos años después, cuando la carga sea demasiado pesada para llevarla, porque estará convencida de ser una pequeña putita desde niña. Muchos años después contará, como si pidiera perdón por algo de lo que no fue culpable, que tuvo sexo con su padrastro. Años que nadie le va a devolver jamás. Todo eso, y más, es lo que deja un abuso sexual en la infancia.

Lo peor de todo es que, cuando por fin se atreva a pedir justicia, sólo encontrará el abismo porque el delito ha prescrito. No sólo eso. Como insulto adicional se va a encontrar con un obstáculo para su sanación puesto por la propia justicia: Cuando Dolores, esa Lolita ya adulta, decida dar sus primeros pasos para sanar, sus terapeutas le dirán que hablar de lo que le hicieron la empoderará, le hará ver cada vez con más claridad que en realidad ella no hizo nada, no tomó decisiones, no sedujo sexualmente a nadie. Hablar de los abusos que sufrió le haría darse cuenta que el único objeto activo, el único actor material, el único que tomó la decisión de ver en los gestos de cariño de una niña de doce años una invitación sexual fue la pareja de su madre. Pero la justicia le impedirá levantar su dedo acusador contra su agresor porque el delito ha prescrito.

Eso significa que cuando Dolores denuncie, un letrado le dirá que no se va a investigar, ni a tomarle declaración, ni a buscar posibles pruebas materiales (que en muchos casos no existen) ni a llamar a posibles testigos, ni subirá al estrado al terapeuta que está ayudando a Dolores con sus secuelas. Pero Humbert, en cambio, si podrá denunciar a Dolores por manchar su honor, por injurias o por calumnias porque esos presuntos delitos aún no han prescrito. Y posiblemente gane el juicio. Pues hay pruebas contundentes de lo que ha dicho la superviviente, hay testigos que asegurarán que Dolores es la loca a la que ahora le ha dado por decir que su padrastro la violaba porque busca venganza o dinero, porque es una rencorosa que un día se levantó de la cama y decidió que le iba a joder la vida a Humbert. Así es Dolores, una gran embustera. Y su abogado le dirá que sería más prudente volver a guardar silencio, no volver a mencionar el tema, regresar a su prisión del secreto, como si ella fuera la que se debe sentir avergonzada, porque si habla hasta sus nietos podrían seguir pagando indemnizaciones. De esta forma nunca se sabrá si realmente Humbert abusó sexualmente de Dolores, porque el tiempo –y la ley- le han regalado al presunto agresor una suerte de amnistía.

La gente tiene tendencia a pensar que, en términos jurídicos, si te denuncian pero no eres condenado significa que eres inocente. Del mismo modo que si tú eres el denunciante y no hay condena, tú eres quién ha realizado una denuncia falsa. Todo lo reducimos a eso. Siempre olvidamos que una denuncia abarca todo un abanico de situaciones legales que pueden impedir que haya condena porque no hay pruebas suficientes para ello o porque el delito ha prescrito. pero eso no significa que sea denuncia falsa, significa que no hay pruebas para demostrarlo. Y me produce enorme tristeza que no entiendan que Dolores no se hubiese planteado (en caso de que hubiera podido) denunciar a sus agresores -Humbert y el muchacho del campamento- hasta que fue una mujer adulta.

Lamentablemente eso choca con los principios del derecho en España y sólo nos queda apelar a que alguien esté dispuesto a considerar los abusos sexuales infantiles un delito equiparable al de genocidio, los crímenes contra la humanidad o el terrorismo... ¿Flipo? No, no me he fumado nada. El 20 % de la población mundial es, ha sido o será víctima de este delito. Pero hasta que algún político decida plantearlo, Dolores seguirá arrastrando sus secuelas de por vida. Intentando sobrevivir como puede. Escondiéndose del mundo por si acaso alguien vuelve a señalarla como “la que intentó destruir la vida de Humbert”.

Y seguirá escuchando a los demás decir que es posible que haya exagerado o que mienta, que estas cosas ocurren muy poco, que la persona a la que acusa es una persona ejemplar, un pilar de la sociedad incapaz de hacer esas cosas, que ellos nunca conocieron casos parecidos, que en su casa esas cosas se sabrían, que les cortaría los huevos a todos los pederastas, que a los curas habría que quemarlos en la hoguera como hacían ellos con las brujas, que al profesor de música acusado de abusar de varios menores habría que dejarlo un rato en las duchas con los presos comunes… pero en su casa esas cosas nunca ocurrirán. Su familia es muy noble, muy honrada y no hay pervertidos. Los pervertidos siempre están en casa de otros, y ellos no los conocen. Y además, nadie espera veinte años para denunciar hechos tan atroces. Unos hechos que a lo mejor duraron a penas unos minutos, pero con los que cargamos los supervivientes por el resto de nuestras vidas. Hasta que se demuestre lo contrario.


“– ¿Cuánto tiempo es para siempre?
– A veces, sólo un segundo”

Alicia en el país de las maravillas




3 comentarios:

  1. Excelente entrada qierida compañera, felicitaciones, muchas gracias por describir tan claramente el "averno" de tod@s los supervivientes del ASI. Eres una campeona, y todo un ejemplo de coraje y superación. Gracias.

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  2. Gracias por este texto. Es excelente y refleja con gran exactitud los sentimientos de muchos. La traición. El sentimiento de inutilidad. Los años perdidos (a veces toda una vida). La depresión. El convertirte en una marioneta. Compañera, eres una gran luchadora. Te admiro desde mi miserable existencia de cobarde pusilánime y te deseo lo mejor.

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    Respuestas
    1. No seas duro/a contigo mismo/a. Tu existencia no es miserable, ni eres un/a cobarde pusilánime. Eres un/a superviviente tan valiente como yo. ¿O acaso no crees que sobrevivir arrastrando lo que arrastramos no es de valientes luchadores?
      Un abrazo.

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Gracias por dejar tu legado en el Averno.