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La Revolución Fluorescente

Yo Sueño

CINCO AÑOS

Es Domingo por la mañana, abro los ojos. He tenido un descanso reparador. La persiana está levantada, aún me da miedo la oscuridad, despertar sin poder ver nada a mi alrededor y no he conseguido romper ese temor, pero durante el sueño ya no hay pesadillas ni sueños inquietos. Las noches de verano incluso soy capaz de dormir destapada y prácticamente desnuda. Y mi pareja duerme junto a mí y me abraza. No siento miedo. Incluso me agrada que me acaricie y sus manos recorran mi cuerpo atrayéndome hacia si para acurrucarnos. Ya no temo nada de él, y lo sabe.

La ducha, que gran placer sentir el agua caliente sobre mí. A veces mi marido me acompaña en esa ducha y se convierte en algo muy gratificante para mí. Ya no me encierro a cal y canto durante mi aseo personal.

Me voy a vestir. Aún me cuesta esa ceremonia. Abro el armario y tras deliberar conmigo misma acabo por ponerme la ropa que está sobre la silla, el jersey y el vaquero con los que me siento segura, protegida. ¿Por qué no te pones esa falda que te compraste en vacaciones? Si, la falda es preciosa, y cuando la compré estaba enamorada de ella, pero no puedo… significa mostrar mis piernas, parecer “provocativa”… no, definitivamente no. Además, he engordado, ya no me queda como antes, y hoy hace frío. Excusas perfectas. Hay semanas que me acepto y me arreglo más, hay días que a penas me lavo los dientes. Salvo la ducha diaria, de la que no prescindo, el resto de los cuidados personales dependen de cómo me vea en ese momento. De mirarme en un espejo, ya ni hablamos.

Almorzamos juntos. A veces me sigo atascando y me ahogo, pero ya no es tan frecuente. Eso si, aún hay alimentos que soy incapaz de comer. El yogurt líquido, la Vichyssoise, los plátanos… me recuerdan aún demasiado ciertas situaciones. Y ciertas texturas, como las de los callos o el pulpo aún me producen arcadas. Mantengo mi trastorno de bulimia no purgativa, cuando estoy mal lo acuso sobremanera.

Por la tarde salimos a dar un paseo y nos sentamos a tomar algo. Instintivamente aún busco sitios estratégicos, donde pueda ver mi entorno, donde nadie pueda estar a mi espalda, donde no haya sobresaltos. Pero hace mucho que me empiezo a dejar llevar, que confío mas en los que me acompañan sin sentir una punzada de miedo al no saber qué es lo que pasa a mi alrededor.

Conversamos. No me da miedo dar mi opinión, no intento dar la razón por encima de todo para que él se sienta bien, incluso hablamos de política donde tenemos puntos claramente diferentes. Se que no tengo problemas al oponerme a sus opiniones. No mido mis palabras especialmente. Procuro no ser grosera por educación, pero no creo ser muy extrema en mi vigilancia. En general, soy capaz de tener mi propia opinión respecto a cualquier tema y expresarla sin miedo.

Le hablo de mis “ciber” amigos, esos con los que interactúo a través de la red, le cuento los proyectos que me proponen hacer, el libro de Formula 1, la asociación ASI, el Forogam de ayuda donde ahora soy la administradora… todo iniciativas que se pusieron a mi alcance y que decidí aceptar sin preguntar, sin pedir permiso para hacerlas. Antes lo hubiera hecho, hubiera consultado con él y con las personas de más confianza todas y cada una de esas decisiones antes de tomarlas. Recuerdo, hace cinco años, que incluso pregunté a algunos de esos amigos si les gustaba el nombre que puse a mi blog. Hoy me siento más segura de mí misma, más firme, más decidida. Siento que tengo derecho a tener mis propios pensamientos.

Toda mi vida he recibido violencia sexual incluyendo parejas maltratadoras y no siempre he sabido elegir mis amistades. He discutido con mi pareja intentando provocarle para que me maltratase o me abandonase y demostrarme a mí misma que me merezco el maltrato o no me merezco estar con nadie. Pero creo que ya he conseguido controlar mis relaciones personales y laborales, y la persona con la que comparto mi vida ha sido una de esas buenas elecciones. Se que tengo derecho a tomar mis propias decisiones y estoy aprendiendo a aceptar la felicidad en pequeñas dosis. He contado unas mentiras gordísimas, sobre todo en mi infancia y en mis Años Oscuros para esconder la realidad de mis abusos. Tenía problemas de confianza, incapacidad de confiar, confianza absoluta o confianza indiscriminada. Y me ha costado acertar con los “tiempos” y las personas a la hora de hablar con sinceridad.

Bebemos unas cervezas y enciendo un cigarrillo. Tal vez el tabaco es la única adicción como tal que mantengo, después de esos Años Oscuros en los que drogas y alcohol gobernaban mi vida. Regresé a casa de mis padres con veinte años limpia de todas esas dependencias extra, e incluso estuve otros veinte años más sin probar el alcohol, temerosa de que su simple olor me devolviera al infierno. Ahora soy bebedora social. Creo que no me supone ningún problema y no recuerdo la última vez que desperté con resaca. Hace mucho que conseguí eliminar la mayor parte de esa secuela cuando ni siquiera sabía que era secuela.

El jueves toca ir al dentista. No me gusta. En general, que metan cosas dentro de mis orificios corporales (ginecólogo y dentista) me supone un gran estrés. Normalmente acabo por disociarme en sus consultas. Pero ya no me cuesta tanto ir al médico en general. Ya no espero a que la infección sea importante o que el dolor sea extremo para acudir a consulta y dejar que me cuiden.

Hablamos de mí. Sin darme cuenta la conversación deriva hacia mi sanación, hacia las cosas que he hecho y las decisiones que he tomado. Hablamos de lo que yo he cambiado como persona. Y la conversación ha sido gratificante. Me ha hecho repasar, mentalmente, todos mis avances.

Dar el paso de acudir al psicólogo me costó mucho. Reconocer que siempre he llorado sin causa aparente, sólo porque alguien dijo algo que me contrarió, tener reacciones exageradas, como si no fuera capaz de reconocer y controlar sentimientos como la ira o la tristeza ha sido un paso difícil que aún no siempre puedo dominar. Pero al menos ya se la causa que lo provoca la mayor parte de las veces. Y ya no quiero morir, los pensamientos autolíticos ya no me dominan aunque aún aparezcan en mi menú de opciones. Ya no reto al destino.

Antes negaba que los abusos me hubieran afectado. Peleaba a diario con mis recuerdos recurrentes, intentando auto convencerme de que eran falsos. Incluso he llegado a olvidar muchas cosas de muchas etapas de mi vida. Y los recuerdos que jamás se han ido los había gestionado como esos novios maltratadores a los que les perdonas todo gritando a tu vecina que en realidad el chico no es tan malo… ¡Cuánto tardé en reconocer los daños y pedir ayuda! Pero ya aprendí a aceptar esa ayuda, a poner límites, incluso a mis recuerdos. Ya no son una piedra en el camino.

Siempre creí estar para encerrar en un manicomio. Ahora se que es una secuela aunque a veces aún me dé algo de miedo que me metan en una habitación acolchada y tiren la llave. Pero ya no hay pánico, y las fobias… bueno, esas están más o menos controladas. Ahora se racionalmente que no estoy loca, que no soy diferente, sólo tengo una gran herida. Soy real, mi mundo es real, el mundo es real. Adoro el universo imaginario que mi Niña Perdida creó para sobrevivir, pero ya no necesito entrar en él con la frecuencia de antes. A veces Leia Organa toma los mandos, pero siempre es con mi permiso y por pura diversión, ya no lo hago para huir de la realidad.

En la niñez, buscaba seguridad. Me escondía por todas partes, me aferraba exageradamente a mis padrinos o me encogía de terror en los rincones. Pero ya no tengo miedo. Ha tardado en irse, pero ya no está siempre pegado a mí. Y estoy convencida que ese miedo tenía mucho que ver con sentirse culpable de los abusos, como el criminal que huye de la escena del crimen. Primero quise ser invisible, desaparecer. Después quise ser perfecta y cuando vi que eso era imposible decidí portarme mal: “He sido mala, y por lo tanto debo seguir siendo mala persona porque no merezco se querida o apreciada. Me merezco todo lo malo que me ocurra”. Pero me empiezo a reír de ese cliché, porque ya no me siento así, yo no he cometido más delito que el de ser niña.

Aunque no todo han sido avances. Tengo una sobrina de corta edad a la que adoro, pero inconscientemente evito acercarme a ella por miedo. Siento temor e incomodidad con los niños porque me retrotraen a mi infancia y alguna vez esos niños se me presentan en mi imaginación abusados, maltratados y se me ponen los pelos de punta ahora mucho más que antes… ¿Será que ahora que soy consciente lo veo más? Nunca he tenido término medio en este tema.

Tras un día relajado y tranquilo, sin miedos, sin recuerdos, sin referencias a nada “feo”, nos vamos a dormir. Las cervezas nos han “achispado” un poco, y nos sentimos atraídos el uno por el otro. Confío en mi pareja y no tengo la sensación de sentirme manipulada por él. Me dejo acariciar de nuevo, como por la mañana, pero se que esta vez es posible que lleguemos a la segunda o tercera base, o que haya una carrera completa. ¿Quién sabe? Pero ya no me importa. Antes el sexo me parecía sucio, incómodo, y terminaba por disociarme, como si no fuera conmigo. Ahora, la mayoría de las veces, ya no me importa. La mayoría de las veces ya no me preocupa saber quién de los dos lo desea más o qué pensará él de mis ganas. Y no me desconecto, ahora siento, deseo, disfruto. Miedos fuera. Incluso no me importa hacer ruido, como si estuviera desafiando a mi fantasma, ese que me dice que sólo las putas lo buscan, disfrutan y hacen ruido.

Esta soy yo. En las redes sociales soy Némesis o La Gata (el Nick que utilizo entre los amigos de Formula 1) y nunca me ha gustado mi nombre propio. Pero ahora me empieza a gustar cuando se dirigen a mí por ese nombre real. Antes necesitaba tapar sentimientos y emociones. Tenía la sensación de ser dos personas. Una de cara a los demás y otra para mi misma. Y realmente me cuesta todavía unir esas dos personas. Pero creo que cuando empecé a sanar, era Némesis y La Gata como dos personas distintas e independientes que ahora ya he presentado en sociedad como las dos caras de mi misma. Los que me conocen ya conocen las dos caras, así que se podría decir que sigo teniendo dos perfiles, pero no escondo ninguno.

Toda esta entrada no describe un día específico, una situación concreta. Pero todos estos acontecimientos, las situaciones, los pensamientos… se están dando últimamente con frecuencia en mi vida diaria. He cambiado mucho en estos cinco años. Todo esto de lo que he hablado hoy es un resumen de muchos de esos cambios que son, claramente, secuelas -una amiga las llama, muy acertadamente, limitaciones- de los abusos. Hace tiempo alguien resumió todas esas limitaciones en aproximadamente treinta y ocho puntos que puedes leer aquí, de los cuales nunca han existido cuatro, me siguen afectando diez, he culminado once, y no estoy segura de haber superado o estoy a punto, otros trece. Algunas respuestas con dudas, queda mucho camino por delante. Tal vez porque a veces aún no confío en mí, o son de esas secuelas que todavía vuelven. Pero me siento orgullosa de la senda recorrida.

Muchas cosas han cambiado en estos años de Rehabilitación. Pero como los mandamientos, las podría cerrar en dos: ya no me siento culpable ni avergonzada. Ya no siento miedo. Es el resultado de cinco años de trabajo personal en los que me he dejado el alma por conseguir salir del abismo por el que caminaba de continuo.

Felicidades por este lustro de lucha contra los demonios, Némesis. Hoy, el cráter del Averno está un poco mas lejos de mis pies.


“Discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho”
Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés

3 comentarios:

  1. Felicidades Némesis, no suelo responder por aki, pero sí te leo...una vez mas, me maravilla tu evolución... un abrazo, padmini

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  2. Némesis preciosa, no sabes cuánto me alegro de leer estos maravillosos avances.

    Un beso enorme

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  3. Wow! hace tiempo no comento pero te he seguido leyendo, me da gusto leer esta entrada y saber de tus avances, saber que hay esperanza. Gracias por compartirnos tus experiencias, por dejarnos saber que estas cosas no son casos aislados.
    Un abrazo desde Mexico, Cassandra.

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Gracias por dejar tu legado en el Averno.