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La Revolución Fluorescente

Yo Sueño

CERRANDO CÍRCULOS

Primer círculo:

Hace 21 años acordé con mi padrino ir unos días a la casa del faro donde viví mi niñez, esta vez junto a mi nueva familia: mi marido y mi hijo. Habían pasado diez años desde que fui por última vez, pero mis padrinos seguían ocupando la casa, esta vez por turnos, ya que sus familias también habían crecido y ya no era posible que los cinco hermanos y yo nos juntásemos como cuando era pequeña. Yo había sido madre el año anterior y volver al faro fue muy gratificante. Mi bebé tenía catorce meses cuando se puso en pie sobre la arena de aquella playa y mi gran recuerdo fue ver a mi niño dar sus primeros pasitos inseguros, avanzando hacia mí con los bracitos abiertos esperando a que yo le cogiera si titubeaba.


Este verano regresé a mi infancia. Al Cuento de Hadas de mi infancia. Al lugar donde me sentía segura. Al Faro donde mi hijo caminó por primera vez. El motivo no ha podido ser más gratificante. Por que el destino quiso que mi peke -que ya no es tan peke- iniciara cerca de allí una nueva etapa de su vida. Ha elegido una profesión que lo aleja físicamente de mí para caminar en solitario. Era lo que él quería, es lo que el ha elegido, y será lo que ha decidido. Y, de alguna manera, mi papel como "Madre Oficial" ha concluido. Ya, ya se que siempre seré su madre. Pero de alguna manera se ha terminado mi custodia. Acaba de tomar el completo control de su vida, y eso es un orgullo para mí, significa que no lo he hecho demasiado mal.

Segundo círculo:

Sé que el miedo escénico no es una secuela ASI propiamente dicha. Mucha gente lo tiene sin haber pasado por nuestra experiencia. Pero yo diría que en mi caso si tiene una relación directa de “causa y efecto”. Ya lo conté hace mucho en una entrada de este blog. Yo tenía trece años. Mi hermana, ocho años mayor que yo, dirigía un grupo de niños en la catequesis. Y en la función de navidad me encargó ser la presentadora de su grupo, que iba a cantar un villancico. Sólo tenía que salir al escenario y repetir una frase memorizada explicando que el grupo de niños cantores era inexperto y novel. Aquella misma mañana había tenido una escena de abusos con mi padre. Concretamente una felación. Recuerdo subir al escenario y de repente bloquearme. Me quedé en blanco. En ese momento todo el mundo me miraba y todos "sabían" lo que había ocurrido, lo que llevaba ocurriendo toda la vida. Me sentí sucia y avergonzada. Recuerdo el sabor a goma seca en la boca, pero no recuerdo más. Me evadí por completo. No se si salí corriendo o me tuvieron que sacar. No recuerdo nada más. Desde entonces, saber que estaba siendo atentamente escuchada por más de dos personas, me ha supuesto un tremendo estrés. Normalmente al darme cuenta de eso salta un resorte interior, me bloqueo, e intento terminar mis palabras lo más rápido posible, aunque me quede a medias en mi explicación. En esos momentos quisiera que la tierra me tragase.

Escribo en una página de Formula 1 y a principios de año se decidió hacer un libro recopilatorio que presentamos el pasado mes de marzo. El director de la web me expresó su deseo de que yo dijese unas palabras junto al resto de compañeros que acudieron a la presentación. Estuve semanas preparándome para aquello. Sólo de pensar en que podía bloquearme en el peor momento me entraba la ansiedad. Pero hace tiempo que me propuse superar muchas cosas, entre ellas mi miedo escénico. Y hace mucho que mi cabezonería juega a mi favor. No iba a consentir que mi Monstruo, del que siempre hablo, escapara en el momento menos oportuno, y he sido más fuerte que mi miedo.

El día de la presentación los nervios eran evidentes (incluso uno de mis amigos bromeaba conmigo sobre esto, como forma de ayudarme a soltar la tensión) Por momentos acudía a mi mente la imagen de mí misma con 12 años intentando decir algo al auditorio y sintiendo la goma seca en la boca, la garganta cerrada y el miedo por dentro. No quise preparar nada concreto. Tenía claro que quería dedicar mi participación en el libro a una amiga que había fallecido una semana antes, precisamente del mal contra el que lucha la asociación que fue beneficiaria de todas las ganancias del libro, pero no quise ensayar de ninguna manera. Y lo hice. Hable de mi amiga, de la asociación CUDECA, del libro, de mi participación. Y esta vez lo recuerdo todo. No hubo evasión, desconexión o bloqueos. Recuerdo el momento en que me pasaron el micro y cuando pasé el testigo a otro de mis compis. Recuerdo los aplausos. Fue un fin de semana impresionante. Desde ese día soy un poco más feliz porque rompí otro eslabón de mi cadena.

Tercer círculo:

El momento duro del año ha sido este verano porque por fin he visto a mi madre. La única persona de mi familia biológica que me quedaba por enfrentar cara a cara, sin contar con el abusador que aún queda vivo. Ya he contado que lamentablemente ha adoptado las mismas posiciones de mi hermana. No ha sido una sorpresa, la verdad. Pero guardaba la secreta esperanza de haber podido hacerla dudar si me escuchaba hablar de mis propios abusos mirándome a los ojos. Pero ya ni siquiera tengo el consuelo de que reconozca el daño. Y creo que es lo que más me duele. Puedo admitir que no lo recuerde, que no supiera nada, incluso que no pudiera hacer nada por miedo, por ignorancia o por prejuicios. Pero que ni siquiera ahora reconozca el daño… eso no se lo puedo perdonar.

La imagen mental que hace tiempo mi mente creó en la que me vi a mí misma en una pequeña iglesia blanca con mujeres de mantillas negras y hombres enlutados frente a cuatro féretros, sin flores, sin llantos, y el sentimiento de pérdida que experimenté entonces, regresó de nuevo. He vivido mi luto por la familia perdida. Les deseo toda la vida del mundo, pero para mí han quedado en el pasado. Mi Niña Perdida se ha despedido de sus padres y sus hermanos.

En el tema Confrontaciones Familiares tan sólo me queda alguno de mis Padrinos, que no tengo prisa por enfrentar, porque será una reunión meramente informativa, por si les interesa saberlo; y mi hermano abusador, que si no se presenta claramente la ocasión no enfrentaré, porque ahí si que necesito que mi marido esté conmigo si ocurriera. No me da miedo hundirme, sé que estoy preparada para ello, pero es mi agresor y además retirado del ejercito por problemas psicológicos, y no quiero hacerlo sola porque no sé cómo reaccionaría él.

Cuarto círculo:

Aún me estoy recuperando del vendaval de emociones que no hace ni dos semanas me ha invadido. Recibí la llamada de una superviviente que buscaba testimonios con los que cubrir un reportaje que el diario español La Razón preparó para dar voz a las víctimas que vivimos en las sombras. Acepté sin dudarlo. Tras una hora de charla telefónica con la periodista -todo delicadeza y buen trato- el día de su publicación me llevé el recuerdo de mis propias palabras (entre las de otros supervivientes) reflejadas en un medio de comunicación:



"…Los abusos sexuales a niños siempre han existido, pero ahora estamos consiguiendo que se hable de ellos", afirma otra valiente, Amelia. Su testimonio lo comparte cada día en uno de los foros que utilizan los supervivientes: Forogam. Allí se dan apoyo y son capaces de contar lo que no pueden decirles a sus hijos o a su pareja (en la Red, Amelia es más conocida como Némesis). No tiene pelos en la lengua y da detalles de lo que sufrió durante su infancia: "Mi padre era un maltratador y un abusador. No sólo me agredió a mí, sino también a mis cuatro hermanos", pero sólo ella ha sido capaz de contar lo vivido durante aquella infancia de sufrimiento. Pero el caso de Amelia es aún más flagrante: el mayor de sus hermanos –con el que se lleva 12 años– paso de abusado a abusador. "En un ''flashback'' que tuve hace dos años vi cómo me sacaban de los pelos de debajo de la cama. Él y mi padre". Al igual que el resto de víctimas, ella también tuvo secuelas. "Salí con todo tipo de chicos porque no tenía ningún respeto por mi cuerpo", hasta que encontró a su marido. Ahora es una madre feliz, aunque como muchos supervivientes, no tiene relación con su familia. "Cuando lo hablé con mi madre y con mi hermana me dijeron que me lo había inventado, que miento", pero cuando Amelia tenía 14 años esa hermana que hoy la rechaza interpuso una denuncia en su nombre que más tarde retiraría…”



Si quieres Leer el reportaje completo, lo tienes aquí: La Razón: Las víctimas que no existen  Me sentí realizada, completa. Creo que tras más de cuarenta años dando tumbos por la vida, le he encontrado un sentido. Por fin siento que sirvo para algo, por fin me siento útil. Mi objetivo, por el resto de mis días, será dar a conocer el inframundo en el que he vivido, en el que vivimos víctimas y supervivientes, a todo el que quiera escucharme.

Hoy es el aniversario de este blog. Muchas cosas han cambiado en estos cuatro años, y quiero celebrar, una vez más, mis últimos logros. Ser testigo del primer vuelo de mi hijo lejos del nido, romper mi miedo escénico, cerrar el capítulo familiar con mi madre y ayudar a romper el silencio de los Abusos Sexuales Infantiles rompiendo mi propio silencio en los medios, han sido algunos de ellos. Pero ha habido uno más.

Quinto círculo:

Al acudir al nuevo destino de mi hijo tan cerca de mi faro, aproveché el viaje para, de alguna manera, cerrar otro círculo regresando a mi niñez y abrazando a mi Niña Perdida. Lo hice un hermoso atardecer sentada en la playa, mirando el mar y mi faro. Recuerdo inspirar dejando que el olor a sal inundase mis fosas nasales. Recuerdo enterrar mis manos en la arena fina todavía caliente por el sol, recogerla y levantar las manos dejando que se escapara por entre mis dedos. Incluso me llevé una sorpresa al ver, de repente, a un escarabajo enorme que huía tras verse descubierto con mi excavación. Fue una sorpresa porque recuerdo jugar con ellos en esas dunas cuando yo era sólo una niña. Volví a tener nueve años.

Hace tiempo que reconozco a mi Niña Perdida. Hace dos o tres años que reconozco su voz, que la escucho cuando me envía recuerdos que debo procesar. Hace tiempo que estoy en sintonía con mi Niña Interior, aquella a la que dañaron. Pero es la primera vez que la veo. Y me vi como alguien quebrado y despedazado. Una pequeña abrazada a una muñeca de trapo que camina descalza entre las piedras como caminaría el superviviente de un holocausto nuclear. Solo que para mí no existía el “antes”. Debí nacer a la vez que la detonación. No echaba de menos una vida anterior feliz e inocente. No sabía cómo era mi mundo antes de la explosión. Hace cuarenta y ocho años que esa chiquilla camina sola entre los restos de su vida, entre escombros, perdida. Una muñeca rota en medio de una calle desierta rodeada de ruinas y por fin la he encontrado. Y ahora tengo la sensación de haber caminado mucho entre esos escombros.

De repente me he dado cuenta de que he estado caminando sola todo este tiempo. A pesar de mis Padrinos, a pesar de mi madre o mis hermanos, de repente me he visto a mi misma como una niña de siete, ocho o nueve años sola, completamente sola. No quiero ser ingrata, sé que sin muchos de los adultos de mi infancia yo no habría salido de aquellas ruinas. Pero no puedo evitar sentirme así. No puedo evitar percibir que, a pesar de su compañía, yo estaba sola con mi dolor porque no podía compartirlo con nadie. Yo era una niña en medio de la nada rodeada de gente que no me veía. Era completamente invisible para ellos.

Si, mis padres tuvieron una hija a la que se hartaron de reclamar como suya. Una hija por la que pelearon para que el Alto Tribunal Tutelar de Menores no se la llevara por la imposibilidad de que su madre la cuidase correctamente o por los comportamientos sospechosamente delictivos de su padre. Una hija a la que nunca han renunciado porque es sangre de su sangre. Si, mis Padrinos acogieron a un bebé de apenas un año al que le dieron cariño y un hogar fuera de la institución gubernamental, cama y comida, al que le enseñaron a hablar y al que le pagaron una educación. Pero esa no era yo, sólo era mi cuerpo. Yo no estaba allí, sólo era una proyección de mí que mostré para poder sobrevivir. Y conseguí engañar a todos haciéndoles creer que yo era la muñeca de trapo. Los engañé tan bien que jamás sospecharon que yo no era la pequeña a la que cuidaban. Cuidaron un cuerpo vacío y sin vida. Porque yo ya estaba escondida bajo tierra cuando todo eso pasaba.

Durante años he dado la imagen de persona fuerte que logra superar todos los obstáculos, la heroína de película que a pesar de su historia se rehízo a si misma y siempre demostró entereza. Todo el mundo admira mi poder de superación, todo el mundo se sorprende de mi fuerza interior. Mi familia biológica simplemente sobrevivía y me enseñaba a sobrevivir. Mi familia adoptiva estaba convencida que nada podía hacerme daño, que me habían protegido lo suficiente para que nada me afectara. Y casi todos están encantados de haberse conocido. Casi todos me reprochan lo mucho que han hecho por mi, casi todos me reclaman fidelidad. Y no entienden que sólo cuidaron mi cuerpo, no a mí. Yo me he quedado en ese mundo paralelo, entre las ruinas de algo que sólo puedo imaginar cómo era antes por los relatos, por las fotografías, por los libros leídos.

Yo me quedé sentada entre los escombros esperando. Con el zumbido en los oídos que deja la explosión, con la desorientación del impacto recibido y con el dolor de la piel quemada. Dolor. Qué simple palabra para describir un estado. Tan escueta que no alcanza a detallar lo que se siente. Tan extraña que ni siquiera entiendes su significado porque desconoces qué es vivir sin dolor. ¿Alguna vez te ha dolido algo tanto y durante tanto tiempo que llega un momento en que te acostumbras? ¿Has sentido tal molestia en los oídos, en las muelas, en el estómago, que llega un momento en que crees que ya no duele? ¿Recuerdas el alivio que se siente cuando por fin cesa ese dolor? Entonces si lo reconoces. En esos momentos eres consciente del daño que sentías y te das cuenta de lo jodidamente mal que te encontrabas.

Es como salir a respirar. Como pasar tu vida en el fondo de un cráter lleno de humo en el que sólo escuchas silbar tus propios bronquios por la falta de oxigeno y después ascender a la superficie. Y cuando tomas esa primera bocanada de aire fresco tienes unas ganas inmensas de llorar de agradecimiento por haber sobrevivido. Y entonces miras el fondo de ese abismo y te preguntas cómo es posible que hubieras vivido ahí abajo tanto tiempo.

A veces aún me siento desvalida, desnuda. El dolor se ha ido y es tan extraña la sensación que no acabo de acostumbrarme. Aún estoy encogida y con mis músculos en tensión, como siempre viví cuando la dolencia estaba ahí, y aún estoy aprendiendo a relajarme sin miedo. Todavía me levanto esperando que el próximo gesto active de nuevo el dolor. Como cuando te quitan la escayola y esperas que vuelva a doler el tobillo. Es maravilloso vivir sin dolor. Ahora entiendo porque a mí me costaba tanto hacer muchas cosas que al resto de los mortales le parecen nimiedades.

Sentada en aquella playa lloré de la emoción. Yo era sólo una niña, una niña herida que necesitaba que la consolaran. Y la abracé, vaya que si la abracé. Le llevé -me llevé- una concha como regalo. Sentí que había cubierto otra etapa de mi viaje de sanación. Ahora creo entender lo que significa despertar de un sueño de más de cuarenta años. Es como abrir la ventana, como descubrir el color del arco iris. Escuchar por primera vez esa melodía que tu cabeza tarareaba desde hacía mucho tiempo, o como poder plasmarla en un pentagrama y tocar sus notas con una guitarra. Y es una sensación poderosa.

Querida Niña Perdida, querida Muñeca Rota, que se hizo madre y se enfrentó al origen que la trajo a la vida para volver a ser niña y encontrar su sitio en el mundo. Feliz cumpleaños. Te dejo como regalo a penas un susurro al oído -aún no me atrevo a gritarlo, pero es un susurro al fin- en el que digo: “Creo que lo hemos logrado. He sanado”


"Dicen que uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida"
Chavela Vargas (1919 – 2012) Cantante mexicana nacida en Costa Rica

4 comentarios:

  1. Impresionante, Némesis. Tu capacidad de redacción es tan preclara que sitúa al lector en la sucesión de escenarios narrados.

    Voy a leer ahora el reportaje de La Razón.

    Un beso

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  2. Enhorabuena y felicidades por estos 4 años de esfuerzo trabajo y superación. Eres valiente,fuerte e inmensamente grande gracias por todo lo que nos enseñas y por romper el silencio y tabú que nos entierra en esta sociedad hipócrita y donde intentan que los trapos sucios se laven en casa que gracias al romperlo las cosas están empezando a cambiar.sabes que te quiero y admiró un abrazo.

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  3. No sabes con cuántas cosas me he identificado, Némesis. No digo todas, porque tenemos vidas diferentes, pero la niña, el dolor, el abandono y la soledad sentida son sentimientos y sensaciones muy parecidas. Gracias por compartirlo y expresarlo tan claramente :)

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  4. Me saco varias lagrimas lo que pusiste, de tristeza y de alegría.
    Un abrazo.

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Gracias por dejar tu legado en el Averno.