Primer círculo:
Hace 21 años acordé con mi padrino ir unos días a la casa del faro donde viví mi niñez, esta vez junto a mi nueva familia: mi marido y mi hijo. Habían pasado diez años desde que fui por última vez, pero mis padrinos seguían ocupando la casa, esta vez por turnos, ya que sus familias también habían crecido y ya no era posible que los cinco hermanos y yo nos juntásemos como cuando era pequeña. Yo había sido madre el año anterior y volver al faro fue muy gratificante. Mi bebé tenía catorce meses cuando se puso en pie sobre la arena de aquella playa y mi gran recuerdo fue ver a mi niño dar sus primeros pasitos inseguros, avanzando hacia mí con los bracitos abiertos esperando a que yo le cogiera si titubeaba.
Averno era el nombre antiguo que se le daba a un cráter cerca de Cumas, en Italia. Se creía que era la entrada al inframundo. Siempre he tenido la sensación de caminar junto a un precipicio. Siempre con el riesgo de caer abajo, y ésta es mi manera de sortear ese cráter, reconociendo mis propias limitaciones y buscando nuevas piedras sobre las que asentar los pies y afianzar las manos.