Averno era el nombre antiguo que se le daba a un cráter cerca de Cumas, en Italia. Se creía que era la entrada al inframundo. Siempre he tenido la sensación de caminar junto a un precipicio. Siempre con el riesgo de caer abajo, y ésta es mi manera de sortear ese cráter, reconociendo mis propias limitaciones y buscando nuevas piedras sobre las que asentar los pies y afianzar las manos.
La Revolución Fluorescente
Yo Sueño
LA MUÑECA
Pertenecía a una de mis Madrinas “menores”. Tenía la cabeza y las manos de plástico blando, el resto del cuerpo era de trapo. Su pelo era castaño, con un gorro a juego con el vestido de flores color chocolate. Sobresalían de detrás de las orejas dos largas trenzas con lazos amarillos. Estaba siempre cerca de su cama, formaba parte de la decoración de su habitación junto a otra muñeca también de trapo, pero mucho mas grande que colgaba de la pared sobre la que estaba apoyado el mueble.
Me gustaba esa muñeca. Debe ser de los pocos juguetes “para niñas” que disfruté realmente. Recuerdo pedírsela para jugar con siete u ocho años. Utilizaba el revistero de mimbre como cuna porque tenía la medida justa. Cuando ésta Madrina se casó se llevó con ella sus muñecas. En ese momento no me importó, con trece años yo no jugaba con muñecas, con trece años yo no jugaba. Durante mis Años Oscuros veía la muñeca cuando pasaba temporadas en su casa. Inexplicablemente, me hacía sentir nostalgia. Allí también la tenía en su habitación como elemento decorativo junto a su “hermana mayor” colgada de la pared.
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